
Según el informe, América Latina alcanzó una puntuación promedio de 48,5 sobre 100, lo que representa un incremento de 10 puntos porcentuales respecto a 2021. Sin embargo, pese a este progreso, el nivel de inclusión financiera aún se clasifica como “medio-bajo”, evidenciando que el crecimiento sigue siendo desigual y difícil de sostener en el tiempo.
El estudio muestra que algunos países han consolidado una trayectoria de crecimiento sostenido en inclusión financiera, mientras otros enfrentan estancamiento o retrocesos.

El 30% de los ciudadanos de los países analizados alcanzó el nivel más alto de inclusión financiera, frente al 16% registrado en 2021. En cambio, el grupo con menor acceso —personas sin productos financieros o con uso limitado— se redujo del 51% al 29%, lo que representa un avance significativo en cuatro años.
El informe identifica un cambio disruptivo en el ecosistema financiero de la región: las billeteras digitales se consolidaron como la principal puerta de entrada al sistema financiero.
Su uso se cuadruplicó desde 2021, alcanzando al 43% de los ciudadanos latinoamericanos, mientras que la tenencia de tarjetas de débito se mantiene estable en torno al 60%. Este crecimiento demuestra que miles de personas se incorporan directamente al sistema financiero a través del teléfono móvil, sin haber pasado por productos tradicionales como las cuentas de ahorro.
Además, esta tendencia abre la puerta a nuevas oportunidades, como la inversión en activos digitales y tradicionales, especialmente en Chile, Panamá y Argentina, donde la adopción tecnológica es más avanzada.
Pese al progreso, el informe advierte que las principales barreras para la inclusión financiera persisten entre los grupos con menor nivel educativo y empleos informales. Estas poblaciones enfrentan mayores dificultades para acceder y utilizar servicios financieros de manera continua.
En contraste, contar con educación superior y empleo formal son factores decisivos que facilitan una inclusión más amplia, estable y sostenible.
El estudio señala que el verdadero reto estratégico para los próximos años no será solo ampliar el acceso, sino promover el uso efectivo, la confianza y la integración cotidiana de los servicios financieros en la vida de las personas.
El Índice de Inclusión Financiera 2025 evidencia que América Latina atraviesa una etapa de transición: ya no se trata solo de abrir cuentas o adquirir productos financieros, sino de garantizar que las personas los utilicen de manera efectiva, segura y sostenible.
El reto ahora es lograr que los servicios financieros se integren plenamente en la vida cotidiana de los ciudadanos, consolidando una relación más cercana, útil y confiable entre las instituciones financieras y la población.