Hacia la transformación del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe: producción, inclusión y sostenibilidad

CEPAL / Octubre 27, 2022

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En un contexto regional e internacional de bajo crecimiento, alta inflación y creciente desigualdad, los países de América Latina y el Caribe necesitan enfocar sus políticas no solo hacia la reactivación de los sistemas económicos y productivos, sino también hacia su reconstrucción y transformación para avanzar hacia economías con bajas emisiones de carbono y alto contenido tecnológico que permitan enfrentar el cambio climático y reducir las brechas, heterogeneidades estructurales y dualismos históricos que los caracterizan.

Este documento se enmarca en ese complejo contexto con amplios desafíos para acelerar el crecimiento, enfrentar la aceleración inflacionaria y la crisis del costo de vida, mantener las transferencias hacia los hogares más vulnerables y mitigar los costos sociales de la crisis y dinamizar la inversión.

Con esta mirada, en sus capítulos se analizan la dinámica de la globalización y los desafíos de política para cambiar la estructura productiva y avanzar hacia un desarrollo sostenible. También se consideran las estrategias para reducir la desigualdad y avanzar hacia sistemas de protección universales y el empleo decente en un mundo en transformación. Desde una perspectiva de crecimiento verde se examinan nueve sectores estratégicos que deberían generar un gran impulso para la sostenibilidad. El documento concluye con recomendaciones de política.

Crisis y cambios en la globalización

En 2022, la situación económica, social y de sostenibilidad de los países de América Latina y el Caribe está determinada no solo por sus dinámicas internas, sino también por casi dos decenios de choques externos y cambios en la globalización que, pese a tener distintos signos e intensidades de un país a otro, en la mayoría de los casos han deteriorado las condiciones de inversión y producción en la región, en un contexto de incertidumbre creciente. Entre esos choques destacan la crisis financiera mundial del período 2008-2009, las tensiones económicas entre los Estados Unidos y Europa, por una parte, y China, por otra, a partir de 2017, la crisis de la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19), a partir de 2020, y la guerra entre la Federación de Rusia y Ucrania, desde febrero de 2022. Todo esto, en el contexto de los cambios tecnológicos, ambientales y demográficos y la disminución de la inversión extranjera directa y el comercio mundial, a pesar del considerable crecimiento del comercio de servicios, en particular los habilitados por la tecnología.

De la economía conectada a la digitalización de la economía

Durante la última década, las tecnologías digitales han propiciado innovaciones que han impulsado la creación de nuevos bienes y servicios, modelos de negocios y redes de valor, así como el surgimiento de nuevas empresas que no solo han desplazado a grandes compañías establecidas en diversas industrias (música, comercio minorista y turismo, entre otras), sino que también han adquirido una preponderancia global. Los modelos de negocios basados en datos permean cada vez más sectores de la economía, alterando los procesos de producción y las cadenas de valor. Estas olas de destrucción creadora tienen efectos socioeconómicos transformadores, capaces de alterar las trayectorias de desarrollo de los países en términos de generación y distribución de la riqueza.

En estas transformaciones, existen tres dimensiones del desarrollo digital que están en permanente evolución en función de los adelantos tecnológicos, en un proceso sinérgico en el que los avances en una esfera condicionan progresos en la otra, y sistémico, en el sentido de que tiene la capacidad de transformar las actividades a nivel de la sociedad, el aparato productivo y el Estado, con el potencial de aumentar el bienestar, la productividad y la sostenibilidad medioambiental, aunque con riesgos en materia, por ejemplo, de privacidad. Como se muestra en el diagrama I.2, esas dimensiones abarcan sucesivamente la economía conectada, la economía digital y la economía digitalizada.

La dinámica de la digitalización también se hace evidente en el crecimiento exponencial de la capacidad de ancho de banda internacional desde el año 2000 (véase el gráfico I.15). En las últimas dos décadas los flujos digitales en términos de capacidad de ancho de banda internacional se han multiplicado por más de 1.570 y solo en 2020 crecieron un 38%. Esta tendencia se destaca en un contexto en que los flujos de comercio de bienes y servicios, así como de inversión extranjera directa, han sido muy fluctuantes por efecto de la crisis financiera mundial de 2008 y sufrieron profundas caídas en 2020 debido a la pandemia, como se analiza arriba.

Durante todo este tiempo, la expansión digital no se ha visto afectada por los problemas que aquejan a algunas de las variables tradicionales del desempeño económico y ha mantenido una trayectoria de crecimiento que ha favorecido el surgimiento de nuevos actores que han adquirido cada vez más relevancia en el conjunto de la economía en términos de valor de mercado empresarial. En marzo de 2021, la industria digital llegó a tener un valor superior a los 30 billones de dólares, que representaron el 29% del valor de mercado de las 5.000 empresas más valiosas del mundo. Esta valorización implica un crecimiento cercano al 400% entre 2010 y 2021; el fuerte impulso de la industria digital fue resultado del crecimiento de las plataformas de Internet y los sectores de hardware, software y servicios informáticos, que solo entre 2019 y 2021 registraron un aumento de más del 160% (véase el gráfico I.16). En la actualidad, las grandes empresas tecnológicas, como Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Tencent y Meta, se encuentran entre las más valiosas del mundo en términos de capitalización de mercado. Por el alcance mundial de sus actividades, son los agentes más notables de la globalización.

Empleo, productividad y salarios

El análisis de la evolución de la productividad y el empleo por regiones en el período 2005-2019 muestra una relación negativa entre las tasas de variación de la productividad y del empleo, pero esta relación no es lineal y en muchos casos se revierte. Como se observa en el gráfico III.1, Asia Oriental y Asia Meridional, las dos regiones con mayor aumento de productividad en el período analizado, disminuyeron sus tasas de empleo 5 y 12 puntos porcentuales, respectivamente. Sin embargo, las regiones de Asia Central y Occidental y Asia Sudoriental y el Pacífico lograron aumentos de la productividad superiores al 50%, con incrementos de 2 puntos porcentuales en las tasas de empleo. En la misma línea, Europa Oriental combinó un aumento de la productividad del 40% con un alza de la tasa de empleo de 7 puntos porcentuales. En el caso de América Latina y el Caribe, se observa una ligera caída de la tasa de empleo asociada a un aumento casi nulo de la productividad.

Las estructuras productivas más diversificadas y de mayor intensidad tecnológica permiten alcanzar niveles de productividad más altos, al tiempo que sostienen tasas de empleo más elevadas. En el cuadro III.1 se muestran los resultados de un ejercicio econométrico de panel con efectos fijos, donde se observa que la tasa de empleo muestra una asociación positiva con un indicador de capacidades tecnológicas y productivas: el índice de complejidad económica (ICE). El ejercicio incluye diversas variables de control, entre las que se encuentran el ingreso per cápita, la calidad institucional del país y las exportaciones per cápita. El resultado se ajusta al obtenido en el capítulo II, según el cual la tasa de crecimiento de la economía se asocia positivamente con la eficiencia keynesiana (EK) de sus exportaciones. El ICE y la EK tienen una estrecha relación con las capacidades tecnológicas del país. Una tasa de crecimiento más elevada vuelve el crecimiento de la productividad de la mano de obra compatible con el crecimiento del empleo.

Es importante mencionar que la tasa agregada de empleo esconde importantes diferencias de género. En el gráfico III.2 se observa que en América Latina y el Caribe la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo es muy inferior a la de los hombres. De la misma forma, la tasa de desocupación de las mujeres es superior a la de los hombres, un cuadro que se agravó durante la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19). En ese sentido, como se observa en CEPAL (2022b, pág. 88): “El rezago de la reincorporación de las mujeres al mercado laboral tras la pandemia también está relacionado con el hecho de que los sectores económicos que concentran el empleo femenino (…) se han recuperado más lentamente. El retorno gradual de las mujeres al mercado laboral también refleja el aumento de la necesidad de cuidados que se manifestó con fuerza durante la pandemia”.

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