La Unesco declara a la Feria de Alasita de Bolivia Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

La Razón / Diciembre 07, 2017

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Fuente imagen: Los Tiempos

Los recorridos rituales en la ciudad de La Paz durante la Feria de Alasita, la fiesta de la abundancia en Bolivia, fueron declarados este miércoles Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, anunció la UNESCO en su cuenta oficial de Twitter.

La tradicional Alasita («cómprame», en aymara), arranca cada 24 de enero. Por espacio de un mes, miles de bolivianos compran todo tipo de bienes en miniatura fabricados por hábiles artesanos -casas, autos, dinero en dólares y pesos bolivianos, electrodomésticos y títulos profesionales- con el anhelo de que se materialicen en sus vidas.

«Los habitantes se procuran miniaturas que representan sus deseos profundos para que se hagan realidad, por ello solicitan a los ritualistas indígenas o los sacerdotes católicos la consagración de las miniaturas», explicó a la AFP Carmen Beatriz Loza, responsable de la candidatura en el ministerio de Culturas y Turismo de Bolivia.

Para ella, los recorridos rituales durante la Alasita son «la expresión de la libertad de acción ritual de los individuos y sus familias durante esta fiesta».

Las miniaturas se intercambian o se regalan entre parientes o amigos, e incluso entre desconocidos durante la feria.

«Es un momento de gran expansión de la solidaridad entre todos sin importar la pertenencia étnica, generacional o de género», afirmó Loza en los días previos a la inscripción.

Es también común que los devotos adquieran animales de yeso o metal, como sapos que representan la suerte, búhos que hacen referencia a la inteligencia o la sabiduría, y gallos y gallinas para que las personas solteras puedan conseguir pareja.

Todos los diarios de circulación nacional aprovechan la fecha de inicio de la fiesta para publicar ediciones en miniatura, aunque con la diferencia de que difunden noticias jocosas o realizan sátiras a algún funcionario público que en los últimos tiempos tuvo algún desliz o es blanco de la crítica ciudadana.

El centro de la fiesta es el diosecillo andino de la abundancia «Ekeko», representado por la figura de un varón enano, rechoncho y bigotudo, quien carga con todos los productos que el creyente desea. El ídolo con los brazos en alto, sombrero borsalino y con cigarrillo en la boca es señal de prosperidad.

La creencia en el «Ekeko» tiene varios antecedentes: una de ellas dice que en 1781, durante uno de los cercos indígenas a la ciudad de La Paz, una mujer que padecía hambre y sed comenzó a recibir alimentos. Cuando las autoridades descubrieron la comida guardada, encontraron también una estatuilla desconocida.

La tradición indígena también asocia al diosecillo de la abundancia con la siembra y la cosecha, además de que se han encontrado figuras líticas antropomorfas, con joroba y miembro viril sobredimensionado.

Historiadores costumbristas suelen encontrar las raíces del diosecillo en la cultura tiwanakota, ubicada alrededor del Lago Titicaca, que desapareció por el siglo XIII, antes del imperio Inca.

La festividad se realiza principalmente en las ciudades andinas de La Paz y El Alto, aunque desde décadas pasadas se ha extendido hacia todo el país. También el culto se realiza, aunque en menor escala, en el sur peruano y el norte chileno y argentino.

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